El pasado 28 de julio Venezuela vivió una de las elecciones presidenciales más polémicas del último tiempo en Sudamérica, ya que el proceso estuvo marcado por acusaciones de fraude y manipulación de votos por parte de la oposición y organismos internacionales, las que se acrecentaron luego que se ratificara el supuesto triunfo de Nicolás Maduro.
A un mes de este episodio, el país sigue envuelto en una crisis política y social que lo ha llevado al aislamiento del resto del mundo, ya que salvo un puñado de países – como Rusia, Nicaragua o Cuba- el resto de naciones y aliados históricos de Caracas, entre los que destaca Brasil, México y el propio presidente Gabriel Boric, le han dado vuelta la espalda a Venezuela ante la falta de transparencia vista en las urnas y donde el Consejo Nacional Electoral aún no publica las actas oficiales.
Esto hizo que, por ejemplo, el Centro Carter, autorizada por Maduro para monitorear las elecciones, diera como ganador al opositor Edmundo González y rechazara la postura del régimen de un supuesto ataque informático que no permitió tener acceso a los documentos que validan la permanencia del mandatario en el poder.