La imagen de Chile, como un destino seguro de inversiones, cambió de la noche a la mañana el 18 de octubre de 2019. Ese día, el que se inició una oleada de protestas que se extendieron hasta poco después de la llegada del coronavirus al país, en marzo de 2020, comenzó una millonaria fuga de capitales en búsqueda de otros destinos con menos incertidumbre. Sólo en los últimos cinco años han salido más de 26 mil millones de dólares, siendo 2020 cuando se produjo la cifra más alta (US$ 9.691 millones) en dos décadas.
Sin embargo, Jorge Berríos, director académico del diplomado en Finanzas de la Universidad de Chile, asegura que las esquirlas más pesadas del estallido social cayeron sobre la profundidad de mercado del país sudamericano: “Chile se caracterizaba por ser estable, cumplir las reglas y tener bajo riesgo. Pero ese esquema se rompió a fines de 2019″.
La economía chilena fue presentada como el “oasis en una América Latina convulsionada” por el presidente Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022) unos días antes de que estallara la inusitada oleada de protestas en las calles de Santiago, que comenzaron tras el anuncio de un alza de 30 pesos (3 céntimos de dólar) en las tarifas del Metro. Los ataques contra locales comerciales y al sistema de transporte, una paralización parcial del sector de entretenimiento y otros daños provocaron pérdidas cercanas a los US$ 3.000 millones, aunque adicionalmente se estima que se perdieron otros miles de millones más de forma indirecta. El impacto se reflejó en una contracción del 2,1% del PIB en el último trimestre de 2019.
Si bien la economía ya estaba debilitada hace una década, las revueltas sociales marcaron el inicio de una seguidilla de eventos, incluyendo la pandemia de Covid, que han incidido de forma negativa. Juan Ortiz, economista senior del Observatorio del Contexto Económico de la Universidad Diego Portales (OCEC UDP), dice que es complejo distinguir cuánto de la situación actual obedece a la crisis de 2019 o a la pandemia, pero reconoce que una de las esquirlas del estallido social fue un incremento del populismo y cuya máxima expresión fueron tres retiros de fondos de pensiones aprobados por el Congreso por unos US$ 53 mil millones que dispararon la inflación a cifras de dos dígitos y deterioraron el mercado de capitales chileno. “Los retiros de fondos tienen su origen en una pugna política que viene del estallido, donde el Ejecutivo pierde fuerza y el Congreso gana poder. Su popularidad creció tanto que aún, a pesar de sus consecuencias negativas, existen parlamentarios que los siguen promoviendo”, señala el académico.
El aumento de los precios trajo como consecuencia que el Banco Central de Chile subiera la tasa de interés de referencia hasta un 11,25% en octubre de 2022, lo que dificultó las condiciones para acceder a créditos debido a que se elevó el costo endeudamiento. Aunque la inflación fue controlada y la tasa de política monetaria se encuentra en un proceso de flexibilización, aún los intereses de los créditos hipotecarios duplican a los establecidos antes del estallido social.
Asimismo, tampoco la millonaria salida de capitales, que se acrecentó por la incertidumbre, ha menguado. Sólo en el primer semestre de 2024 unos US$3.157 millones tomaron otro rumbo distinto a Chile, aunque ahora se atribuye a una diversificación de los patrimonios e inversiones.
Falta de acuerdos
Tras el estallido se instaló la incertidumbre política y social en Chile, como no se había visto desde el retorno a la democracia en 1990, y eso fue perjudicial para la inversión, señalan los expertos. Las protestas abrieron paso a un proceso constituyente, pactado por las principales fuerzas políticas, que tenía como finalidad enterrar la Carta Magna vigente desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y reformada varias veces en democracia. Pero se redactaron dos propuestas de nueva Constitución con resultados infructuosos, ya que ambas fueron rechazadas durante los referendos realizados en septiembre de 2022 y diciembre de 2023, uno con mayoría de izquierdas y otro empujado por la extrema derecha.
Las inquietudes, sobre todo por la primera propuesta y de otros factores de la economía global, contribuyeron con una fuerte depreciación del peso chileno durante el primer semestre de 2022, la que se revirtió luego que el Banco Central aplicó un programa de intervención cambiaria y provisión preventiva de liquidez en dólares en junio de ese año. “Chile pudo haber crecido a tasas más grandes, pero ahora tenemos un PIB tendencial que no supera el 2%, una disminución de las inversiones, fuga de capitales y muchos grandes grupos económicos que hacen inversiones en el país ya fijaron domicilios legales fuera de Chile. El costo es que la economía se ha ralentizado, por diferentes motivos, desde 2019″, asegura Berríos.
Además, los economistas consultados por EL PAÍS coinciden en que la falta de acuerdos políticos ha venido en desmedro después de 2019, lo que repercute en el crecimiento al no contarse con consensos para sacar adelante proyectos. “Hoy, los actores políticos no logran tener una postura común sobre elementos fundamentales, como sí lo hicieron en el pasado cuando teníamos una mayor gobernanza a nivel país y los dos grandes bloques políticos llevaron un conjunto de reformas, principalmente de índole macroeconómico”, comenta Ortiz.
Fuente: El Pais