Afirman que sismo en Rusia no ha terminado: réplicas podrían desatar nuevos tsunamis

El terremoto registrado el 29 de julio en Kamchatka (Rusia) provocó alertas de tsunami en gran parte del Pacífico, como Japón, China, Indonesia, Filipinas, Canadá, Hawái (EEUU) y varios países de América del Sur, algunas de las cuales fueron levantadas. Sin embargo, como advirtieron varios expertos, las réplicas podían provocar tsunamis.

Al respecto, en declaraciones a Europa Press, el geólogo del IGME-CSIC, Raúl Pérez, advirtió de que un terremoto de magnitud 8,8 tenía la capacidad de disparar una réplica de 7,6, lo que en el océano también podía desencadenar un “tsunami destructivo”.

Mientras tanto, el director de la Red Sísmica Nacional, Juan Vicente Cantavella, reconoció que la alerta había sobreestimado el impacto que podría tener el tsunami, pero que ésta se mantenía en algunos lugares porque todavía había efectos “bastante impredecibles”.

“No se tenía una certeza de lo que iba a ocurrir y, por precaución, porque era algo que era razonable que pudiera suceder todavía, pues por eso se mantenía la alerta en algunos puntos del mundo”, puntualizó en declaraciones a Europa Press.

El terremoto de Kamchatka registró una magnitud de 8,8 y constituyó el mayor sismo en el mundo desde el de Tohoku de 2011, que causó un grave tsunami. Asimismo, el seísmo de la región rusa se ubicó entre los diez terremotos más fuertes ocurridos a nivel mundial desde 1900, según informó el USGS.

Además, el volcán Kliuchevskoi entró aquel miércoles en erupción tras el fuerte terremoto registrado horas antes frente a la costa del Pacífico.

La región en la que se produjo el terremoto era una zona de alta actividad sísmica, como indicó Pérez, quien añadió que hacía “sólo” 70 años —en 1952— se había registrado otro seísmo de magnitud 9. “Algo debía tener guardado esta falla”, señaló.

Con respecto a las consecuencias de posibles réplicas, puntualizó que ya se había observado que el tiempo de respuesta desde que se producía el terremoto hasta que llegaba el tsunami era de un par de horas o tres. “Tuvieron tiempo suficiente para volver a hacer una solicitud de evacuación o para enviar una alerta a los móviles de la gente”, afirmó.

En ese sentido, el director de la Red Sísmica Nacional, Juan Vicente Cantavella, señaló que un terremoto no se podía predecir, pero que la llegada de un tsunami sí.

Las olas del tsunami viajaban más lentamente que las ondas sísmicas, por lo cual tardaban de varios minutos a horas en llegar, incluso más de un día a los lugares más alejados. Y sí podíamos avisar a las poblaciones costeras de la posible llegada de un tsunami para que tomaran medidas”, explicó.

A raíz del devastador tsunami de Indonesia se crearon varios sistemas regionales de alerta de tsunami que coordina la Unesco, asignados a cada una de las cuencas oceánicas: del Índico, del Caribe y el del noreste atlántico y Mediterráneo que afecta a España. Al margen de ellos, muchos países con riesgo de tsunami tenían sus propios sistemas nacionales de alerta.

El sistema nacional de alerta de tsunamis fue creado en 2013, y desde los años 60-70 existía en España una normativa de construcción sismorresistente. “Entonces, era muy difícil decir al 100% que estábamos seguros. Era un riesgo que resultaba impredecible (…) pero se iba avanzando y se trataba de perfeccionar en la medida de lo posible”, enfatizó.

Ambos expertos recordaron que la Península Ibérica sufrió en 1755 un terremoto que pudo llegar a 8,7, “incluso hay gente que dice que pudo ser de 9”, precisó Pérez. Este suceso ocurrió en el Atlántico al suroeste de lo que es el Golfo de Cádiz y provocó un tsunami destructivo en las costas de Andalucía, que en el siglo XVIII acabó con las vidas de entre 1.000 y 5.000 personas.